Hace 15 años Haris Ashar fue detenido y torturado con unos 30 compañeros de la Universidad mientras se manifestaba contra el gobierno autoritario de Suharto en Indonesia. Eran tiempos en que el régimen que habÃa derrocado al primer presidente del archipiélago, tras la independencia, se encontraba fuerte e imponÃa una omnipresente represión sobre la sociedad. En 2010, tras 12 años de proceso democrático, Ashar volvió a sufrir los abusos de la policÃa de Yakarta, capital del paÃs, cuando irrumpió en las oficinas de la Comisión para los Desaparecidos y VÃctimas de la Violencia (Kontras por sus siglas en indonesio), la ONG que dirige, para arrestar a unos 80 estudiantes que se refugiaban allà tras haber participado en otra marcha. Es que pese a los cambios formales ocurridos en el paÃs tras la caÃda de Suharto, "la violencia se repite de otra forma", explica a Tiempo Argentino.
La diferencia a veces es imperceptible. En 2004, el fundador de Kontras fue asesinado durante un viaje en avión cuando mezclaron arsénico en su comida. Tras una gran presión internacional, el caso fue llevado a la justicia y su perpetrador condenado a 18 años de cárcel. Sin embargo, "la investigación no llegó hasta la cabeza de quien ordenó el asesinato y el asesino, que además habÃa cometido violaciones a los Derechos Humanos con Suharto, recibe cada año una reducción de pena de siete meses por distintos motivos", explica Ashar.
El reloj en su mano izquierda adelanta diez horas, porque a pesar de su presencia en Argentina, su cabeza sigue conectada a la realidad de su paÃs. De hecho, su despertador sonó la mañana de la entrevista a las cuatro de la madrugada, ya que debÃa contestar correos electrónicos y participar de reuniones de trabajo por teléfono. Ashar recorrió los 15 mil kilómetros que distancian su hogar de Buenos Aires para recibir en nombre de su organización el premio internacional de Derechos Humanos Emilio Mignone, bautizado con el nombre del fundador del CELS, y entregado por la CancillerÃa del paÃs. Para el director de Kontras, el reconocimiento tiene un valor especial por su procedencia. "Tras 30 años de un proceso de democratización, con sus altibajos, Argentina está en un momento de justicia. Y eso le muestra al mundo que la justicia es posible", explica quien además ubica a la CONADEP como una de las "grandes inspiraciones" que tuvieron a la hora de comenzar su trabajo en Kontras en 1998.
Las historias de ambos paÃses encuentran otro rasgo siniestro en común: la figura del desaparecido. "Nuestra organización pudo documentar 1400 desaparecidos durante el régimen de Suharto, pero creemos que los números de vÃctimas pueden ser millones. Se estima que alrededor de un millón de personas fueron ejecutadas en las calles sin ningún proceso judicial, la mayorÃa pertenecÃan al Partido Comunista y sus simpatizantes. Decenas de miles fueron arrestadas y llevadas a campos de concentración también."
Más allá de la escala, la principal diferencia entre los paÃses radica en el presente. "En estos dÃas en nuestro paÃs estamos en un momento crucial porque la democratización está yendo para atrás. Uno de los polÃticos más populares es el responsable por el secuestro de varios estudiantes entre 1997 y 1998 y, además, estamos por tener una Ley de Seguridad Nacional que habilita al ejército a intervenir en la vida pública. Esto es dar un camino a los militares para volver al poder y ellos, si bien probablemente no van a estar en la primera lÃnea, sà van a tener el control."
â??¿Por qué piensa usted que tras la caÃda de Suharto en 1998 no pudo iniciarse exitosamente el proceso democrático?
â??En 1999 tuvimos un excelente presidente, Abdurrahman Wahid. Un académico islámico moderado e inteligente. Lamentablemente, tras un año y medio, fue derrocado por una conspiración entre los militares y la mayorÃa de los partidos polÃticos en el Parlamento. Lo acusaron por un caso de corrupción que nunca fue llevado a la Corte, porque lo único que querÃan era sacarlo de la presidencia. Durante su gobierno alcanzamos los logros más importantes en términos de Derechos Humanos. Estableció, por ejemplo, la Corte de Derechos Humanos, algo que no creo que muchos paÃses tengan a nivel nacional. Ese fue el momento más brillante de Indonesia en la materia y, a la vez, posiblemente la causa de su remoción del poder.
â??¿Con la Corte se pudo avanzar en los procesos judiciales por las violaciones a los Derechos Humanos?
â??No era fácil, pero logramos llevar un caso a la justicia: el de unos 24 activistas que fueron desaparecidos entre 1997 y 1998. Nos llevó años lograr que pusieran un equipo a investigar. Al final lo hicieron en 2005 y tras concluir las investigaciones todo el material fue entregado a la FiscalÃa General, como marca la ley de la Corte de Derechos Humanos. El problema es que la fiscalÃa se ha transformado en la puerta hacia la impunidad. Hace diez años que esto se mantiene de esta forma.
â??¿Cuál es el pretexto por el cual la fiscalÃa no avanza?
â??Hace un par de años conocà al fiscal general y él me dijo: "Haris, esto no es una cuestión de tecnicismos legales, sino que se necesita apoyo polÃtico del presidente y no lo tengo." Por qué pasa eso: porque la posición del presidente está en el mismo nivel que la del jefe de los militares, de los policÃas, del cuerpo de inteligencia y no tiene el coraje necesario para intervenir las fuerzas de seguridad.
â??Asà que los militares perdieron el gobierno pero no el poder…
â??SÃ, podrÃa decirse. Porque si el presidente interviniera las fuerzas represivas, el fiscal dice que podrÃa avanzar con la investigación. Pero eso no sucede. Por ejemplo, el presidente nos pidió que desarrolláramos un plan maestro para afrontar las violaciones a los Derechos Humanos en el pasado y lo hicimos. Nuestro plan tiene cuatro pilares: perdón, verdad, reparación y respeto de un proceso que dé cuenta de lo sucedido. Llevamos ese plan al jefe de Gabinete de ministros y nos respondió diciendo que el presidente no estaba contento con ello.
â??¿Qué esperaba?
â??No sé. Los militares usan el argumento de que salvaron al paÃs de los comunistas, que estaban antes que ellos y que también cometÃan crÃmenes, entonces piden a los grupos de Derechos Humanos que entiendan lo que pasaba en aquellos añosâ?¦
â??Salvando las distancias, los argumentos son semejantes a los que usaron las dictaduras latinoamericanas para justificar su accionar contra el "enemigo interno". ¿Conoce acerca de los procesos de búsqueda de verdad y justicia que se llevaron adelante en la región?
â??Cuando establecimos nuestra organización, hacia 1998, no conocÃamos mucho de los esfuerzos que habÃan hecho otros paÃses. Solamente habÃamos escuchado algo sobre los procesos latinoamericanos, y la CONADEP fue una de las grandes inspiraciones que tuvimos a la hora de empezar. De hecho Kontras fue inicialmente un grupo de trabajo, no una ONG. Se diferencia de la CONADEP en que no tuvo apoyo estatal, pero sà fue integrado por personalidades, periodistas y dirigido por una madre que perdió a su hijo. Tras la caÃda de Suharto, varios sobrevivientes se acercaron a nosotros para colaborar y para saber cómo hacer para buscar la reparación. Asà que buscamos establecernos como una organización, documentar lo sucedido y abrir el espacio para que las vÃctimas puedan acercarse.
â??En 2010 el gobierno de Indonesia firmó la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas en la sede de la ONU, ¿cambió algo desde entonces?
â??Eso fue sólo una firma, porque la forma en que se ratifican los tratados internacionales en Indonesia es mediante la aprobación de los distintos ministerios del gobierno, entre ellos, el Ministerio de Defensa, que objeta porque ellos mismos están involucrados en ese tipo de delitos.
Represión y desigualdad
Indonesia es un archipiélago compuesto por más de 17.500 islas y, pese a su segmentada extensión, es el cuarto paÃs del mundo en términos poblacionales: viven allà 248 millones de personas. Su economÃa es la decimosexta del mundo, pero al analizar el PBI per capita, su ranking baja hasta el puesto 157. Esa desigualdad, sostenida con un estricto poder represivo, encierra elementos más escandalosos para el director de Kontras, Haris Ashar. "El 0,2% de la población de Indonesia posee el 56% de la tierra", describe. Por lo que "puede ser que la economÃa crezca al 6% como dice el gobierno, pero eso solo va para ese 0,2% de la población", agrega. Esta denuncia, por más lejana que parezca al trabajo de su ONG, tiene una génesis común: quienes más sufrieron la represión durante los 30 años de Suharto fueron "aquellos que estaban cerca de áreas de recursos naturales y que eran obligados a entregar sus tierras"